Revista Plásticos N313 - page 19

NOVIEMBRE-DICIEMBRE 2014
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Plásticos Nº 313 / 19
DIALOGO ALIANZA DEL PACÍFICO Y MERCOSUR
UNA OPORTUNIDAD HISTÓRICA
T
ras más de 50 años de esfuerzos, la arquitectura de la integración
regional en América Latina y el Caribe presenta hoy una alta densi-
dad institucional. A los mecanismos tradicionales, creados a partir de los
años sesenta y estructurados de acuerdo con una lógica subregional, se
han sumado en la última década varias iniciativas de diferente alcance
temático y geográfico. En este contexto diverso y en constante evolu-
ción, la pertenencia a múltiples agrupaciones se vuelve cada vez más co-
mún. Por su parte, los nuevos esquemas se encuentran todavía en pro-
ceso de definir sus esferas de acción. Por múltiples motivos, en la actua-
lidad la convergencia entre los distintos esquemas de integración latinoa-
mericanos y caribeños no solo resulta necesaria, sino también urgente. El
espacio regional, que reúne a más de 600 millones de habitantes unidos
por fuertes lazos históricos, culturales y lingüísticos, es el ámbito donde
mejor se podrán plasmar los beneficios tradicionalmente asociados a la in-
tegración, como una mayor escala del mercado ampliado y el aprovecha-
miento de las complementariedades nacionales. Por otra parte, la econo-
mía mundial se articula cada vez más en torno a macrorregiones integra-
das, tendencia a la que América Latina y el Caribe no pueden sustraerse.
Una acción regional concertada permitiría fortalecer la voz de la re-
gión en los principales debates sobre la gobernanza mundial, así como
en su interlocución con otros actores del sistema internacional, particu-
larmente de Asia y el Pacífico. En este contexto, la gradual convergen-
cia entre la Alianza del Pacífico y el MERCOSUR no solo traería apareja-
dos beneficios para sus países miembros, sino que constituiría una opor-
tunidad histórica de avanzar hacia una integración de verdadero alcan-
ce regional. Las posibilidades de diversificar la estructura productiva y
exportadora de la región están también estrechamente ligadas a las
perspectivas de su proceso de integración. El comercio intrarregional se
caracteriza por ser más diversificado e intensivo en manufacturas, tener
un mayor contenido tecnológico, resultar más accesible para las pymes
y crear relativamente más empleo que el comercio con otras regiones.
Por lo tanto, existe una relación directa entre una estrategia de cre-
cimiento con igualdad y la profundización del espacio económico re-
gional. Asimismo, un mercado regional integrado puede actuar como
factor de estímulo para el crecimiento, al amortiguar los impactos aso-
ciados a un menor dinamismo económico en otras partes del mundo.
Este potencial se ha visto acrecentado durante la última década de la
mano de la fuerte expansión de la clase media latinoamericana y, por en-
de, del mercado consumidor regional. En resumen, tanto por las exigen-
cias del entorno mundial como por las propias dinámicas del acontecer
regional, se tiende a privilegiar la construcción de espacios amplios y uni-
ficados de cooperación. Un proceso de integración de características re-
gionales parece, pues, más adecuado a los signos de los tiempos y a las
exigencias del cambio estructural en pro de la igualdad en América Lati-
na. La gradual convergencia entre la Alianza del Pacífico y el MERCOSUR
podría constituir un catalizador decisivo de ese proceso. Con el presente
documento, la CEPAL busca contribuir a la elaboración de una posible
agenda de trabajo que dé expresión concreta a esa convergencia.
Alicia Bárcena, Secretaria Ejecutiva Comisión Económica para
América Latina y el Caribe (CEPAL)
¿COOPERACIÓN O COMPETENCIA?
E
n la última década, América Latina y el Caribe ha alcanzado nive-
les históricos de interdependencia, no solo en el ámbito comercial,
sino también en lo referente a los flujos de personas y de inversiones.
Sin embargo, ello no debe llamar a la complacencia. Con fre-
cuencia, el dinamismo de la integración “de hecho” pareciera obe-
decer más a incentivos económicos que a la acción de las institucio-
nes especializadas.
No obstante, la creciente interdependencia actual es un activo im-
portante que debería convertirse, más temprano que tarde, en el
sustrato de una integración formal más profunda y de mayor alcan-
ce. En ese sentido, los desafíos consisten en adecuar la instituciona-
lidad integracionista a los avances de la integración “de hecho”, de
acuerdo con las exigencias del escenario internacional, la experien-
cia acumulada y las posibilidades de cada esquema subregional, así
como lograr el impulso político que permita estimular las convergen-
cias entre esos progresos.
Actualmente las decisiones de los principales actores empresariales
de la región tienen, en general, un vínculo limitado con las que se to-
man desde las instituciones de la integración regional y subregional.
Es una situación que hay que corregir y en que la responsabilidad es
compartida: tanto los esquemas de integración como las organizacio-
nes empresariales debieran actualizar sus agendas para mejorar el diá-
logo mutuo, definiendo tareas y metas precisas en plazos acotados. En
particular, para promover cadenas de valor regionales o subregionales
competitivas es necesario un diálogo fluido con los sectores empresa-
riales y laborales que son los principales actores de dichas cadenas.
Este diálogo contribuiría a dar mayor pertinencia a las iniciativas na-
cionales y de integración en materia de comercio exterior, inversión
extranjera, política industrial, innovación y competitividad, aumentan-
do su aporte a la gestación de cadenas de valor. Las empresas trans-
latinas deberían ocupar un lugar central en ese diálogo, dado su fuer-
te despliegue regional y su capacidad de generar encadenamientos
con proveedores locales.
En las relaciones internacionales, incluidas las de integración, siem-
pre coexisten elementos de cooperación y de competencia. La integra-
ción exitosa es aquella que consigue que prevalezcan los primeros,
buscando convergencias y sin pretender eliminar las diferencias, sino
hacerlas manejables. Así pues, la integración es un proceso de gran
complejidad, tanto técnica como política. Por ello, su éxito depende
críticamente de la generación de confianza y de arreglos instituciona-
les que garanticen que los esfuerzos emprendidos se sostendrán en el
tiempo. En términos prácticos, eso implica aceptar el principio de la di-
versidad, aprender a convivir con modelos distintos y buscar siempre
espacios de posible convergencia, particularmente los referidos a
abordar en conjunto la amplia agenda de desafíos globales.
En efecto, los desafíos del cambio climático, de la sustentabilidad
del desarrollo y de las necesarias reformas de los sistemas financiero
y monetario internacionales no sólo no reconocen fronteras, sino
que exigen un accionar unificado de la región. La Alianza del Pacífi-
co y el MERCOSUR podrían jugar aquí un rol histórico de coordina-
ción y convergencia.
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